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El Artista, el Arte y el artista (discípulo)

Siempre será difícil hablar sobre Arte si uno pretende encontrar la definición con palabras.

Lo que humildemente creo es que por lo limitado de nuestras capacidades podemos sentir profundamente el significado y la presencia del verdadero Arte hasta tener certeza de Dios pero nunca podemos definirlo ni demostrarlo con palabras.

Esta comparación no es casual, es ex profeso porque comienza a explicar mi visión y sentir del Arte.

 Creer este diálogo comienza siempre con el primer paso que viene de Dios, que sale a nuestro encuentro.

Creo que el verdadero Arte es un diálogo con Dios, es Él quien libremente toma la iniciativa y como todo diálogo tiene distintos momentos. Uno conoce al otro de a poco y puede reconocerle o no sus virtudes.

También podemos querer ser protagonistas de ese diálogo y olvidarnos del otro o podemos, al reconocer sus virtudes, asumirnos necesitados de él, agradecer su presencia y compañía y libremente decidir responder a su llamado.

En el caso concreto del artista, ese impulso natural de su vocación creativa que tendrá como objetivo principal lo Bello es su búsqueda de lo otro, de lo trascendente. Es su respuesta a ese llamado que viene de lo supremo, que es ese primer paso que Dios da.

Si hablo de vocación por lo superior, lo que nos trasciende, si hablo de crear y si hablo de lo Bello, encuentro sin duda un espejo muy fuerte entre el hombre y Dios (“hecho a imagen y semejanza”).

Es Dios que crea porque sí, por amor, el Dios portador y fuente de belleza. Dios, el artista por excelencia.

Partiendo de esta vivencia, reconozco al Arte sacro como la cumbre del diálogo sincero del artista con Dios y el reconocimiento por parte del artista hacia Dios como fuente de Amor, de Belleza y todopoderoso.

También el Arte religioso, sin llegar siempre al esplendor de lo Sacro, aporta en el relato de los hechos y en lo anecdótico.

Cuando los ejemplos son otros la variedad es mucha.

Podemos estar frente a la vocación sincera y esforzada del artista en la búsqueda de lo trascendente o estar frente a quienes pretenden el sitial de honor, queriendo ser centro y cumbre, lo que del punto de vista religioso no es compartible y con respecto al Arte lo menosprecia, lo banaliza y empobrece, colaborando así con las grandes confusiones actuales.

Formar artistas

Cuando como artistas nos planteamos involucrarnos en la formación de nuevas generaciones, son muy importantes las razones que se invocan. La primera es si al preguntarse al comienzo de cada año si nos entusiasma la idea, si la respuesta es sí, a pesar de las dificultades que todos conocemos. Cuando estamos otra vez seguros y motivados, aparecen otras razones como la de sentir la responsabilidad de cuidar el tesoro recibido de nuestros maestros para entregarlo a las nuevas generaciones, porque así ha sido a través de la historia y así creemos debe ser.

Tal vez estas dos razones han sido constantes en los cuestionarios de todo maestro en todos los tiempos. Pero si miro el tiempo en que nos toca vivir encuentro otras razones urgentes –la de un mundo sobrecargado de imágenes que nos obliga a asumir la responsabilidad de formar a quienes las produzcan y la de despertar la actitud crítica de quien las consume.

Hubo un tiempo en el que las imágenes se utilizaban para llegar con un mensaje a quienes no sabían leer. Hoy sabiendo leer no se lee y la imagen a veces no tiene nada que decir o quiere decir mucho sin hacerse entender, y cuando aparecen grandes obras no encuentran ojos elevadamente críticos para admirarlas.

 Y la mirada inocente pero intuitivamente bien dirigida del no formado frente al relativismo actual asume el silencio.

Sin duda la formación artística es fundamental, no solo para un posible futuro artista sino para todo observador. Además, ¿qué mejor argumento que recordar que la primera prueba del hombre en este mundo fue su creación y que siendo un ser capaz de elevarse encontró en el Arte la forma de trascenderse y embellecer la historia y el mundo?

 Dios, el Arte y el hombre

No podemos conocer y entender al ser humano sin el Arte que nace de él.

Pero ¿podemos hablar del Arte sin el ser humano?

Para eso podemos preguntarnos ¿quién es el gran Artista?

Y reconociendo a Dios como El Gran Maestro, podemos reconocer que el Arte existe antes que el hombre, porque La Creación toda es la gran obra de Arte del gran artista que es Dios.

Y desde ahí podemos entender su enorme generosidad, que nos regala y confía a los seres humanos la capacidad de hacer de la vida y nuestras historias una gran obra de Arte.

Y el artista es quien, además de trabajar en esa obra de Arte que es su propia vida, recibe por confianza de Dios el don de hacerlo a Él y a su obra visible para todos.

El Arte religioso

El Arte religioso representa un pasaje de las Sagradas Escrituras.

Es sencillo de entender, pero solo alcanza lo máximo cuando La Palabra, El Misterio, que es Dios, se hace visible en la obra.

El Arte Sacro

En el Arte Sacro, La Palabra, que es Dios, se hace visible en una Obra de Arte.

Pero siempre que hablamos de Arte Sacro, necesariamente hablamos de Arte.

La Belleza

Conocer y relacionarnos con la belleza, en una obra de Arte, es una experiencia de la que podemos dar testimonio y compartir, pero no demostrar.

Lo que podemos intentar es conocer y entender la estructura que el Artista prepara, piensa, siente y ordena como su Obra de Arte, para que Lo Otro, que es Dios, encuentre un lugar que Él apruebe para revelarse.

Es entonces que debemos aprender a valorar la composición que el artista decide para su obra y entender así, tal vez, algo de lo que a Dios le agrada.

Podrá ser entonces cuando percibamos que lo invisible se hace visible.

El Arte como el diálogo con Dios

Dios siempre toma la iniciativa en todo y en el Arte también. Es así en el artista, en el  cuando responde al llamado del Espíritu Santo que ha soplado sobre él para que dibuje y pinte ese encuentro.

Pero la obra de Arte Sacro no es solo el registro de ese encuentro, que se produce en ese momento, sino que, por ser el encuentro con Dios, escapa a lo temporal. Al momento de la ejecución, el artista se libera del tiempo y por lo tanto, al contemplar la obra, todos podemos tener un encuentro real con Dios.

Cuando eso se produce en una obra, estamos hablando de Arte Sacro y no solo de la representación de un pasaje bíblico.

¿Qué es el Arte?

En las Artes plásticas, es el esplendor de las formas.

Es el orden que busca y encuentra el artista con los elementos que utiliza, buscando la armonía, pero sin obligarlos. Porque el artista, si bien enfrenta el desafío de componer su propia obra con lo heredado de sus maestros y su propio juicio, saber y entender, también debe conocer y estar abierto a los elementos que debe ordenar como formas, líneas, colores y tonos, y a lo que estos le sugieran durante la ejecución.

Y así se da la maravilla de que esos elementos ordenados por el artista formen una unidad que, si bien nos permite identificar a cada uno de ellos, nos agrada más seguir contemplando juntos y unidos, en ese orden de relación, para siempre.

El origen del Arte

El Arte, o la posibilidad de que surgiera la primera obra de Arte, nace con el origen del hombre, porque a él le fue confiada esa capacidad y en él reconocemos todos las evidencias.

Y cuando coincidimos algunos en que Dios es quien lo creó todo, reconocemos entonces que Dios es el origen del Arte.

La capacidad de crear del ser humano

Por ser imagen de Dios, el hombre vive la experiencia de sentirse llamado por lo trascendente. En el acto de crear y en la obra de Arte se puede encontrar el lugar y el tiempo para ese encuentro.

Abstracción

El hombre es, entonces, una particular obra de Arte creada por Dios, porque es la que puede detenerse en su existencia, tomar distancia, ser consciente de quién es, de lo que lo rodea en este mundo, y decidir cómo intervenir en esa gran Obra de Arte que Dios le confió, que es la creación.

La libertad que Dios le regala al hombre será lo que nos explique lo grandioso que puede llegar a ser el ser humano, y la belleza de lo que es capaz, pero también a reconocer y apartar lo que puede ser caos, desorden y confusión.

¿Cómo se analiza una obra de Arte?

Como aprendemos a caminar, a comer y a hablar, podemos aprender la diferencia entre mirar, observar y contemplar.

O, tal vez, como aprendemos a amar aprendemos a contemplar.

Aprendemos a observar cuando sabemos reconocer y analizar las decisiones que tomaron los maestros a la hora de componer.

Podemos entonces hacer distintas lecturas de una pintura; por ejemplo, podemos primero analizar el dibujo, en cuanto a la estructura de líneas y formas; podemos analizar el claroscuro que tiene que ver con la distribución de luces y sombras o de tonos altos y bajos; y podemos analizar la paleta de colores, su distribución, su alternancia, su ejecución, etc.

Si la obra además tiene un relato, una anécdota, podemos reconocer en ella elementos de la naturaleza, el ser humano y su vida.

Entonces hablamos de Arte figurativo; y si además esa obra se refiere a las Sagradas Escrituras, podemos hablar de Arte Religioso, pero no necesariamente de Arte Sacro.

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